La casa en cuestión se encuentra perfectamente insertada en el
ambiente, en un diálogo armónico con el entorno. Efectivamente,
el acceso, aparentemente menos en evidencia porque se
encuentra desplazado lateralmente, en realidad se anticipa con
una escalinata, con influencias del arquitecto Carlo Scarpa, que
acompaña al visitante a la entrada principal. Estas gradas, con
plataformas asimétricas, se adaptan perfectamente a la naturaleza,
prácticamente como si quisieran recrear de manera imperceptible
un espacio, un recorrido que nace en la tierra y que conduce
espontáneamente a la entrada de la casa. A primera vista es
evidente cómo sobresale el vano de la escalera y el vestíbulo
mismo de la vivienda que, con su doble altura, caracterizado por
transparencias y ventanales, resalta el sentido de verticalidad, de
volumen y de majestuosidad. Todo el conjunto se presenta compacto
y equilibrado entre las dos plantas, con un juego de espacios
llenos y vacíos que se alternan y se equilibran recíprocamente.
La zona habitable está construida en dos áticos sobresalientes en
los que prevalece la horizontalidad, creando grandes terrazas
habitables y logrando una mayor plasticidad de la fachada
principal, más libre y abierta, gracias a los grandes ventanales
y a los ángulos que prácticamente quedan desmaterializados. La
parte posterior de la casa se presenta, en cambio, más cerrada y
compacta, caracterizada por una gran marquesina que protege el
porticado y se extiende hasta el extremo superior de la terraza. La
decoración interior explora atrevidamente las diferentes tendencias
contemporáneas: blanco, transparencias, luces que generan un
efecto de separación de los elementos y recuerdan el toque de
Tadao Ando; y amplios ventanales que intensifican y exaltan la
relación con el mundo exterior.
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