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WM: No me gusta cómo habitualmente
se usa la palabra cultura, pero en este caso
es una bonita forma de entenderlo. Que se
necesite cierta cultura para ver más allá y
permitir crear nuevas perspectivas.
EA: Se necesita un lenguaje común. En
los últimos años no he dejado de enfren-
tarme a la gente que está detrás de estas
finanzas, que mueve los fondos de inver-
sión, y que es incapaz de entender que los
números a veces mienten.
WM: Claro, depende de con quién te en-
cuentres. Probablemente estés hablando de
perfiles de entre 30 y 45 años, que están
empezando en el negocio y que tienen que
cumplir con los objetivos. Los de la primera
hoja de cálculo. Esos son los más difíciles.
Pero luego aparecen otros, más maduros,
que incluso pueden dirigir a los anteriores,
y cuyas ambiciones ya son otras. Y además,
como comentabas al principio, está la cues-
tión de cómo innovar. Estamos haciendo
ahora un edificio en Taiwán para una em-
presa de energía, y todo nace de un concurso
en el que propusimos un edificio totalmente
hecho de paneles solares. La imagen era muy
interesante, pero en realidad tampoco era
una gran innovación, hay muchos edificios
que ya están cubiertos con estos paneles.
Pero aquí vino lo interesante: después de
enseñárselo a esos inversores de edad media,
tuvimos suerte de que ellos viesen algo de
potencial, por lo que pudimos presentár-
selo a la directora de la empresa, que vio
una oportunidad y propuso desarrollar unos
nuevos paneles que, aun orientados a norte,
fuesen eficientes. De ese primer boceto, que
no es especialmente innovador, aparece una
empresa con voluntad de cambiar las cosas,
y entonces sí aparece el desarrollo.
EA: Exacto, pero eso requiere una perspec-
tiva y una cultura que no es tan habitual. Es
una capa muy fina de la sociedad la que puede
entender la complejidad de estos argumentos,
y deberíamos trabajar para expandir esa cul-
tura, pero de una forma natural. No pretendo
yo ser el profesor de nadie.
WM: Pero, ¿cómo lo harías?
EA: Sería genial saberlo. Necesitamos ex-
pandirlo más allá de Instagram. El proble-
ma es que al final no hablamos el mismo
idioma que nuestros clientes, y eso nos obli-
ga a encontrar un lenguaje intermedio que
no siempre es efectivo. Deberíamos saber o
poder comunicar a esos inversores de 30 a 45
años que no les estamos proponiendo algo
que pueda hacer que pierdan sus trabajos, que
no estamos intentando engañarlos.
WM: El respeto mutuo es un elemento tras-
cendental para poder dar estos nuevos pasos.