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tres o cuatro meses iba a verle y recibía mi
clase particular. A veces duraba un minuto
y medio y otras veces toda la tarde, depende
de cuánto estuviese de ocupado. La última
vez que le pedí ir a verle fue con la escuela
de Santiago, cuando ya estaba construida,
preparé un dossier y le llamé: «Me gustaría
ir por última vez», como diciendo ‘este es el
último ejercicio académico’. Rafael, con las
gafas en la frente, lo hojeó sin decir palabra, y
sólo dijo: «Iré a verlo». Dos o tres años después
cumplió su palabra. Pero para mí ese fue el
final de una etapa.
JCS: Visto desde fuera, hay un claro punto
de inflexión. Aparece otro periodo. Cambias
el chip, aparece Débora como pareja profesio-
nal y vital y empieza una etapa muy potente
de vuestro trabajo con dos piezas, dos iconos
brutales, y lo puedo decir porque he vivido en
ambos, que son La Trufa y Hemeroscopium.
Son dos puntos de referencia, dos maneras
de entender las cosas. Hay una duplicidad de
innovación, de investigación…
AGA: En realidad todo comienza en la
segunda obra que íbamos a construir en San-
tiago de Compostela, la Sede Noroeste de la
Sociedad General de Autores y Editores. Esa
obra la hacemos como arquitectos, ingenie-
ros y constructores. Y ahí empezamos a dis-
frutar de la arquitectura de verdad. Eso es lo
que echamos mucho en falta en las primeras
obras, y a partir de ahí tomamos la decisión
de que de nuestra arquitectura sólo podía
sobrevivir si éramos los que la construíamos.
Y luego, además, desde un punto de vista
hedonista, es que empezamos a disfrutar de
construir. Eso nos redujo sustancialmente
la cartera de clientes, pero nos amplió los
horizontes de qué era la arquitectura y qué
era ser arquitecto. Así que montamos nuestro
modelo de trabajo y profesional basado en
ese principio. Esto nos permitió hacer esas
dos obras que tú mencionas. Ahí teníamos
un dilema artístico y constructivo, que por un
lado nos apasionaba la idea de la sistémica y
la lógica de lo prefabricado de las piezas que
se ensamblan que permitiera una ejecución
rápida y eficiente, pero dentro de un proyecto
artístico. Es decir, queríamos definir la pre-
fabricación como algo que puede hacer un
edificio muy emocionante, un espacio muy
nuevo y no aburrido, que es lo que supone la
fabricación mal entendida. Estas dos obras,
que son contemporáneas, nos abrieron dos
horizontes de los que no hemos renegado y
que, aunque aparentemente son contradic-
torios, tienen la misma filosofía.
JCS: En vuestra obra hay mucha influen-
cia del mundo del arte. Has vivido, con tu
familia, en un ambiente musical, y cultural-
mente artístico. Tuviste la oportunidad de
hacer el taller de Manolo Valdés y trabajar
con él. Tienes una gran influencia de la at-
mósfera matérica de Eduardo Chillida, aun-
que manipulado, apropiado, manejado… ¿tú
crees que hay algo de ese germen?
AGA: Una cosa que he admirado siempre
de los artistas, y que es una cosa muy prosaica
y elemental es que no necesitan de un encargo
para trabajar. Para ellos trabajar es trabajar.
Se levantan y trabajan, y que consigan hacer
una exposición aquí o una obra monumental
allá es circunstancial. Eso lo he aprendido de
todos los artistas que he conocido. Aprendí
que estas libertades son el motor del traba-
jo. Esto es muy importante porque para los
arquitectos que trabajan por encargo y sólo
cuando se produce este encargo, les debe ser
muy difícil mantener una tensión creativa.
JCS: La creatividad no viene por encargo.
AGA: Efectivamente, la libertad de la pro-
ducción, la fabricación… Evidentemente esto
hay que pagarlo, y no es lo mismo pagar todo
un edificio que pagar un lienzo. Pero hay
muchas etapas intermedias que se pueden
explorar. Nosotros nunca hemos parado de
trabajar, incluso durante los años que no te-
níamos ningún encargo. Luego, a nivel plás-
tico, material o espacial, todas las referencias
que mencionas son directas y automáticas,
son parte de mi cultura y de mi circunstancia.
Débora y yo siempre decimos de broma que
nos encantan Christo y Jeanne-Claude por-
que rechazan la idea del encargo. El encargo
es en sí muy creativo, es parte del proceso.
JCS: Después de eso ya viene Estados Uni-
dos. Ganas un concurso para dirigir el labo-
ratorio POPlab en el MIT. Eso os permite un
«Una cosa que he admirado
siempre de los artistas es que
no necesitan de un encargo
para trabajar»