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Álvaro Siza (Matosinhos, 1933) quería ser
escultor pero a su padre le pareció muy
poca cosa. Se hizo entonces arquitecto a su
pesar, pero como no hay mal que por bien
no venga fue recibiendo sin cesar premios
y honores. Recibió el Pritzker (1992), la Me-
dalla de Oro de la UIA (2011) y decenas
de otras distinciones extraordinarias que le
han llevado a ser solicitado por las mejores
universidades de México, Colombia. Suiza
o Estados Unidos. Con todo, al conocerlo,
se diría que acaba de llegar de aquel pue-
blo pesquero, cerca de Oporto, donde nació,
aunque pronto, al conversar con él, aparece
un enorme caladero, un océano de sabiduría
y de cordial inteligencia. Degustar a Siza
supone, pues, disfrutar tanto el placer de
sus múltiples obras exquisitas como tratar
con un personaje de calidad singular. Los
sabios, en las ciencias o en las artes, nos
ennoblecen siempre.
Vicente Verdú (VV): Quería recordar la
primera vez que conocí a Siza. Yo había
dejado de fumar, y él fumaba sin cesar, y
le dije: «Si usted dejase de fumar, se notaría
una respiración mejor, ya no se cansaría
tanto pero, sobre todo, es que ganaría mucha
lucidez». A lo que me respondió: «¿Todavía
más?». Yo creo que eso define mucho su
obra: esa lucidez, o esa conciencia de lucidez
«Yo utilizo la mano para
pensar. Cuando se proyecta
todo empieza enmarañado
y nebuloso y poco a poco
se va tornando más claro»
en su trabajo. Y sobre eso quería preguntarte.
Álvaro Siza (AS): Ya, pero también soy
consciente de mi falta de lucidez, y eso me
produce muchos problemas...
VV: Sí, pero sí hay esa idea de la luz,
la idea de la pureza, de la limpieza. A mí
me llaman la atención tus dibujos, porque
no son tan limpios. Creía que lo que Siza
construía era una réplica de los dibujos que
previamente había hecho, y veo que no, que
los dibujos están mucho más enmarañados...
mucho. Hay que atravesar una cierta locura,
una cierta indisciplina. Y luego, poco a poco,
la forma de los espacios va ganando sutileza
y los dibujos se van tornando más claros.
VV: Sé que querías ser escultor, y que fue
tu padre quien finalmente te convenció de
que hicieses arquitectura. En cierto modo, se
han fundido las dos cosas...
AS: Cuando entré en la escuela de arqui-
tectura, había también pintura, y escultura.
Discutía con mi padre y quería cambiar, pero
luego, en cuanto comencé, fue un momento
muy rico: en la Escuela había un nuevo di-
rector, un nuevo equipo de gente muy joven,
y todo aquello coincidía con un momento
de apertura del Régimen. Me entusiasmé.
También me dedicaba un poco a la pintura.
Después me casé con una pintora excepcio-
nal y, cuando miraba sus dibujos, pensaba
«para qué voy yo a hacer pintura…»
VV: Pasa con los pintores, que tienen una
manera propia de pintar, que se convierte
en una marca identificable. Igual te pasa a
ti: imprimes una marca a tu arquitectura.
Pero, a veces, hay la necesidad por parte del
creador de hacer algo diferente, apremiado
por su libertad expresiva. ¿Has sentido esa
tentación?
AS: ¿De cambiar rápido? Sí, pero debo
decir que no vino de fuera, sino de las cir-
cunstancias de trabajo. Normalmente es el
Photos: Miguel Fernández-Galiano
AS: Claro, porque cuando se proyecta la
mente también está enmarañada… Al prin-
cipio, todo empieza enmarañado y nebuloso
y, poco a poco, se va tornando más claro: la
geometría más controlada, etcétera. Yo di-
bujo para pensar. Hace poco leí una frase de
Pallasmaa que hablaba de la mano pensante.
Y es verdad que yo la utilizo para pensar.
Sobre todo, no quiero censurar lo que hago,
lo que piensa mi mente. Pero hay que pasar
por eso, porque si no pasas por eso, pierdes
El reconocido periodista
del diario El País,
Vicente Verdú, entrevista
en el auditorio Baluarte
de Pamplona a uno de
los máximos exponentes
de la arquitectura global
contemporánea: el
portugués Álvaro Siza.
In the Baluarte Congress
Center of Pamplona, the
renowned journalist of
the newspaper El País,
Vicente Verdú, interviews
one of the main referents
of contemporary
architecture: the
Portuguese Álvaro Siza.