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El restaurante Aprendiz es un viaje. Y es precisamente
la forma en que cada uno de los fundadores viaja lo que
articula el discurso y la distribución del lugar, dando
forma al concepto material del mismo. Gracias a la
iluminación, se crea una atmósfera contemplativa donde
los protagonistas son los platos, llenos de color e historia.
En el interior del restaurante se abre una calle que
nos transporta a los bulliciosos mercados nocturnos
de destinos exóticos, donde las diferentes culturas se
fusionan al igual que sus platos.
La materialidad es sobria pero irreverente; se
encuentran toques de vegetación tropical, platos
llenos de color en la zona contemplativa y matices
y referencias de otras culturas que se armonizan
mediante una luz equilibrada.