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nuo. Creo que esto se refleja en la primera
edición de Modern Architecture: A Critical
History. Pero, por lo que sea, tardé diez años
en escribirlo, y en este tiempo mis puntos
de vista cambiaron, sobre todo al radicarme
en los Estados Unidos. Conocer este país fue
un gran shock para mí.
RM: Pienso que la gran diferencia entre
lo que sucede hoy y lo que sucedía, pon-
gamos por caso, en el periodo entre las
dos guerras mundiales y después en las
décadas de 1950 y 1960, es que en los años
1920 todavía se tenía la sensación de que
el progreso se podía diseñar. Uno esta-
ba legitimado para pensar utópicamente.
Ahora, no creo que podamos prever cómo
van a ser las cosas. Y sin embargo, todo el
mundo sigue creyendo en el futuro, pero
en un futuro informe. Hoy los arquitectos
no tienen una idea clara de los tiempos
que se avecinan. Creo que el futuro se va
a desarrollar de una manera positiva, pero
me pregunto si seremos capaces de antici-
parnos a él y, por lo tanto, de diseñarlo. En
una palabra: de seguir pensando a partir
de ideas como la del Zeitgeist, el ‘espíritu
de los tiempos’. Zeitgeist fue una palabra
fundamental: ¿cuántas veces se ha repetido
que los arquitectos debemos estar a la altura
del espíritu de los tiempos? Pero, ahora,
¿quién es capaz de decir en qué consiste el
espíritu de los tiempos?
KF: Creo que una de las cosas que aún
no hemos asimilado es reconocer los límites
de la idea de progreso. Una de las cosas que
hoy han reemplazado a la noción de progre-
so es la de maximización. En la medicina,
la agricultura y en otros muchos campos,
sobre todo en el desarrollo del capitalismo
tardío, la maximización se ha convertido
en una de las grandes fuerzas que mue-
ven la sociedad: la maximización de la
producción agrícola, la maximización del
tratamiento de las enfermedades mediante
medicamentos, la maximización de las ciu-
dades en términos de desarrollo capitalista.
Todos esos rascacielos que proliferan por
el mundo, como en Londres, ¿qué son sino
máquinas ajenas a la cultura y concebidas
para ganar el máximo de dinero posible?
RM: A esto se suma el hecho de que
hemos perdido la confianza en el valor de
la palabra ‘razón’. Necesitamos darle otro
sentido, desde el momento en que hoy todo
lo que pueda construirse resulta sin más ra-
zonable. A veces se habla de los arquitectos
‘intelectuales’, aquellos que reflexionan y
construyen, pero, ¿dónde están este tipo de
arquitectos hoy? Los profesionales ahora
tienen que emplear mucho más tiempo en
los medios de producción de la disciplina.
Hoy, por ejemplo, resulta más difícil tender
puentes entre el trabajo de los artistas y el
de los arquitectos.
KF: Pienso que, en ese sentido, uno de
los problemas es que el propio arte se está
mercantilizando. La mercantilización es un
gran problema porque los arquitectos pien-
san que su trabajo es una especie de arte a
gran escala. Pero entre la arquitectura y el
arte no puede darse ya la misma dialéctica
que la que se daba en los años 1930. Cuando
los arquitectos conciben hoy los edificios
como un arte a gran escala hacen que su
disciplina corra el mismo riesgo que corre
el arte: el riesgo de la mercantilización.
Dando forma al vacío
RM: Has usado el término ‘mercantiliza-
ción’. Es cierto que cuando la arquitectura
se mercantiliza pasa a formar parte de un
contexto en el que ya no se le exige servir
a la razón. Es algo que sucede mucho hoy
y que no pasaba antes.
KF: En algún lugar, Aldo van Eyck se
pregunta cómo pueden los arquitectos dar
forma a una sociedad que ya no tiene forma,
encontrar la ‘contraforma’. Se trataba de
una profecía hace treinta o cuarenta años,
¡pero hoy es un problema real!
RM: En este sentido, si los principios
descriptivos y normativos de la arquitec-
tura han estado durante la modernidad en
manos de los historiadores, hoy resulta ne-
cesario reconocer que su narración ya no
resulta útil en la medida en que ha perdido
su carácter explicativo y no da cuenta ya
de la realidad.
KF: Ese es el problema. Y lo notas; lo
notas cuando dialogas con estudiantes. Se
ha producido un vacío, una brecha que
quieres cubrir, aunque no resulte fácil con-
seguirlo.
RM: Creo que este problema podría en-
cararse dando a la palabra ‘continuidad’ un
sentido positivo en lugar de uno negativo:
dando cuenta, por ejemplo, de la historia
que ha definido el contexto en el que tra-
bajas, la historia, pongamos por caso, de
«Cuando los arquitectos
conciben hoy los edificios
como un arte corren el
mismo riesgo que el arte: el
riesgo de la mercantilización»