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gastos de envío.
La capacidad de producir, comercializar y distribuir productos
físicos dondequiera que exista este tipo de infraestructura tendrá
una influencia enorme en la organización espacial de la sociedad.
La Tercera Revolución Industrial no requerirá grandes centros
de producción. La impresión 3D es local y global a un mismo
tiempo; al ser muy transportable, permite que los infoproductores
puedan trasladarse con facilidad a cualquier lugar donde haya
una infraestructura IdC a la que conectarse. Cada vez habrá más
prosumidores que fabricarán productos sencillos en su casa. Es
muy probable que las empresas 3D pequeñas y medianas dedicadas
a infofabricar productos más complejos se agrupen en parques
tecnológicos para establecer una escala óptima. El domicilio y el
lugar de trabajo ya no estarán separados por distancias largas. Y
puede que los grandes núcleos urbanos y las zonas suburbanas con
un crecimiento desmedido sean sustituidos poco a poco por otros
núcleos urbanos más pequeños, de 150.000 a 250.000 habitantes,
rodeados de nuevas zonas verdes.
La impresión tridimensional, como tantas invenciones, se ha
inspirado en la ciencia ficción. Toda una generación ha crecido
viendo episodios de Star Trek en la televisión. En sus largos viajes
por el universo, la tripulación necesitaba reparar y sustituir partes
de la nave espacial y disponer de existencias de todo lo que pudiera
hacer falta, desde piezas de máquinas a medicamentos. El llamado
«replicador» estaba programado para crear cualquier clase de ob-
jeto —incluyendo alimentos y agua— reorganizando las partículas
subatómicas que se encuentran por todo el universo.
La revolución de la impresión 3D se inició en la década de
1980. Las primeras impresoras 3D eran muy caras y se usaban bá-
sicamente para crear prototipos. Después se pasó a la creación de
productos cuando los hackers empezaron a interesarse por ella, y
trasladaron el formato de código abierto de las TIC a la producción
de «cosas». El hardware basado en la filosofía del código abierto se
convirtió en el estandarte de un grupo muy variado de inventores y
entusiastas que se identificaban vagamente con el llamado «movi-
miento maker» y que colaboraban en Internet intercambiando ideas
innovadoras y aprendiendo de los demás mientras la impresión 3D
seguía evolucionando.
La impresión tridimensional basada en la filosofía del código
abierto alcanzó una fase nueva cuando Adrian Bowyer y un equipo
de la Universidad inglesa de Bath inventaron la RepRap, la primera
impresora 3D que se podía construir con instrumentos de fácil
acceso y que se podía ‘autorreplicar’, o fabricar sus propias piezas.
Hoy en día, la RepRap puede imprimir el 48% de sus piezas y va
camino de ser una máquina totalmente ‘autorreplicable’.
El movimiento maker impulsó la democratización de la fabrica-
ción digital con la introducción de los llamados fab labs —labora-
En la imagen superior
la impresora RepRap,
la primera que podía
autorreplicarse
imprimiendo sus propias
piezas. Abajo, el invento
del joven Vander Kooij,
podía imprimir sillas
reciclando neveras viejas.
The top image shows
the RepRap, the first 3D
printer able to replicate
itself and print its own
parts. Below, the robot
designed by the young
Vander Kooij prints
furniture using plastic
from refrigerators.