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de Machynlleth. De este último ejemplo, donde un material vivo y
ligero se funde con otro masivo e inerte, se deriva una conclusión
importante: los requerimientos de almacenamiento, sean térmicos
o de CO2, apuntan a un aumento de la masa, y sugieren una esté-
tica que no se basa en lo ligero, y que reta a la lógica ‘ecotécnica’
y minimalista ejemplificada por la obra de autores como Michael
Hopkins o Nicholas Grimshaw, dejando paso a una nueva tectónica
que trabaja con las cualidades inherentes de los materiales en lugar
de manipularlos para imponerles una forma predeterminada.
Esto tiene consecuencias en cuanto al uso de la energía, espe-
cialmente en las construcciones de gran altura, como las señaladas
más arriba. Es cierto que la energía embebida en los materiales
y procesos constructivos es importante, pero no lo es menos la
energía de mantenimiento que demanda un edificio a lo largo de
su vida útil. Los estudios demuestran que, en un edificio tipo, el
total de energía de mantenimiento podría superar a la energía de
construcción en sólo cinco años; en un edificio sostenible, la cifra
podría estar rondando los veinte años.
Todo esto evidencia la importancia de estar bien informados,
especialmente en la edificación que se pretende sostenible. Todo
ello nos conduce a preguntarnos si la propuesta de Farrell y Buro
Happold de convertir el bambú en un material para la construcción
en altura es viable o irresponsable. Los arquitectos se enamoran
con facilidad de los nuevos materiales y sistemas estructurales,
pero esta fascinación no debe distraernos del hecho fundamental de
que en un buen proyecto la forma sigue a la función y que —dado
que la demanda de edificios con bajo impacto medioambiental
constituye hoy una de las funciones más importantes— las formas
deben también derivarse de datos rigurosos, de evidencias firmes.
able timbers with added value as structural building materials. Other
bio-based materials can be employed in building envelopes, providing
breathable construction and exceptional insulative and hygrothermal
performance, such as a hemp-lime composite used in the Centre for
Alternative Technology’s campus in Machynlleth. The logical extrapo-
lation of enhanced sequestration is that structures should be scaled up
to maximise their mass and storage capacity, leading to a new aesthetic
in which less is not more. This indicates a fresh architectural expres-
sion that directly challenges the high-tech minimal ‘eco-technical’
logic exemplified by practices such as Hopkins and Grimshaw, a new
tectonic that works with the inherent qualities of the material rather
than squeezing it to fit a predetermined form.
But, while increased scale improves sequestration, it poses greater
challenges for overall energy use, especially for high-rise buildings.
While energy embodied in materials and construction activities is im-
portant, operational energy demand still dominates over a building’s
lifetime energy use. Studies show that, in a typical building, total in-use
energy could surpass embodied energy after as little as five years. Even
in a low-energy design, it will potentially dominate after twenty years.
All of this emphasises the importance of research and evidence
informing practice, especially for buildings making grand claims about
environmental performance. ‘Farrells Focus’ brings this conversation
to the fore, leading us to ask, is ‘raising’ the profile of bamboo as a
building material for high-rise useful or irresponsible? Architects easily
become enamoured of a new material or structural system, but this
fascination must not distract us from the need to also recognise that in
good design form follows function, and, given that low environmental
impact is now one of the most important functions, the forms must
be derived from firm evidence.
Feldman y Quiñones, Centro infantil en Villa Rica (Colombia) © Iván Darío Quiñones Sánchez