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quitectos participantes en el concurso de universidades (‘Powering
Transformation’), se ha puesto de manifiesto la capacidad para
hacer muchísimo más en el futuro.
Además de capacidad, tenemos recursos, y tenemos voluntad.
Hemos escuchado a nuestros políticos locales y nacionales afirmar-
lo. Nos toca saber utilizar todas estas capacidades, saber integrar-
las, saber trabajar juntos, y saber hacerlo rápido. Y no es sencillo,
requiere dar saltos cualitativos muy importantes.
El primero de todos es contar mucho más con la gente. Se ha
dicho cómo las regulaciones políticas y las propuestas del mercado
suponen sólo el 50% de la solución, por eso no avanzamos más
rápido; el otro 50% por añadir lo constituyen la información y
la comunicación eficaz, creíble, práctica, a los ciudadanos. Los
programas de renovación del mundo desarrollado de los que tanto
se ha hablado (y para los que se disponen de tantos recursos) sólo
van a ser viables si la gente se implica en ellos. Los proyectos
de vivienda en los países emergentes sólo van a ser viables si la
gente los siente como suyos. Hemos visto cómo miles de viviendas
nuevas en países emergentes son abandonadas por sus residentes,
que regresan a sus comunidades de slums. Es imprescindible el
diálogo con los ciudadanos en la escala local. Son imprescindibles
por eso comunidades dignas de tal nombre. Sobre ellas, sólo sobre
ellas se puede construir un mercado y una política de edificación
a la altura de los retos que tenemos por delante. Son ellas las que
van a aportar, en gran medida, la sensibilidad y el sentido local
necesario a las actuaciones de edificación, tanto en relación a las
necesidades prácticas y a las prioridades, como en relación a la
identidad cultural y a la conexión con las bases antropológicas
sobre las que deben construirse los nuevos desarrollos. Necesitamos
ese diálogo en el ámbito local.
Necesitamos, donde sea posible y práctico, estrategias nacionales
concertadas, y a un plazo suficientemente largo para garantizar su
visión y su continuidad.
Y a la vez, y sobre todo, necesitamos un diálogo a escala global.
El que estamos teniendo en este congreso debe trasladarse a otros
foros globales que están abordando las grandes cuestiones que nos
afectan (la nueva agenda para el desarrollo posterior a los objetivos
del milenio, la nueva agenda urbana, la hoja de ruta energética
global post-Kioto, la agenda de preservación de la biodiversidad,
la agenda para el control de la explosión demográfica).
Este diálogo global requiere de una implicación activa de los
actores presentes en este congreso, trabajando juntos. Uno de los
grandes mensajes que se debe transmitir es que necesitamos y
queremos trabajar juntos.
Vamos a necesitar desarrollar mucho más nuestro Informe de
Visión Global, vamos a necesitar actualizarlo constantemente. Te-
nemos que hacer de él un mecanismo que ayude a trabajar juntos.
En ese sentido, si hablamos con propiedad no sabremos si el
congreso ha sido un éxito hasta dentro de un año, o de dos años
o de tres años, cuando podamos comprobar si el impulso de estos
tres días en Barcelona (que vienen precedidos de muchos meses de
trabajo) se traducen en un mecanismo para trabajar juntos en el
diálogo global, de manera que podamos ofrecer esa hoja de ruta glo-
bal del sector que estamos proponiendo, que estamos propiciando.
Hacemos un llamamiento a esos diálogos locales, hacemos un
llamamiento a ese diálogo global. Hacemos una invitación a que
se adhieran a esta Declaración de Barcelona y a trabajar conforme
a su espíritu.