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BT: ¿Cuál fue la estrategia para diseñar
este espacio tan singular?
FM: Pues a diferencia de tu experiencia
directa con Venecia, yo me fui de Irán cuan-
do tenía solo 14 años. En ese momento, no
tenía interés por estudiar arquitectura, por
lo que mi memoria sobre posibles referen-
cias se ha desvanecido con el tiempo. Así
que tuve que mirar más atrás, y empecé
intentando sintetizar las características de
la arquitectura de la civilización musulma-
nas. No solo en Irán, sino de muchos lugares
diferentes. Pero, por supuesto, sobre todo
me fijé en la persa, la más afín a mis raíces,
donde los edificios, por lo general, son muy
sencillos en su exterior y muy complejos en
el interior. Esta simplicidad externa hace que
los edificios parezcan grandiosos desde lejos,
pero cuando te acercas, se hace visible una
ornamentación más sutil y de menor escala,
sobre todo relacionada con la complejidad
de los mosaicos de azulejos o ladrillos. Por
el contrario, el interior es exuberante y está
ricamente decorado con las estructuras vis-
tas y patrones geométricos de azulejos.
BT: Además, en contraste con los templos
cristianos, la tradición del Islam evita todo
tipo de simbolismo, por lo que las referencias
con las que se trabajan supongo que serán
muy diferentes, ¿no?
FM: La idea de que una imagen repre-
senta la religión, no existe en el Islam. Así
que tuvimos que conseguir esa sensación de
silencio y reflexión solo a través del espacio,
la geometría, la estructura y la luz. Encontré
que el Centro Ismaelita de Houston era una
oportunidad fantástica para pensar en la
experiencia de las personas, independiente-
mente la función y los símbolos.
BT: Bueno podríamos decir que tiene la
función de congregar a las personas. Por
eso, es importante que el espacio no parezca
muy anodino o diferente, y la comunidad
pueda sentir que le pertenece. Esta línea es
muy fina, y es difícil encontrar el límite.