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JB: Bueno, la conexión entre los jugue-
tes y la arquitectura también es fascinante.
Es curioso, porque en el momento donde
arranca la historia del juguete constructivo
es a mediados del siglo xix. Friedrich Fröbel
demuestra con tan solo cuatro cajitas de
arquitectura la versatilidad que tienen esos
módulos. Consigue que los fabricantes se
den cuenta de eso, y en ese momento se
empiezan a fabricar muchísimos de estos
juguetes. También me interesa la historia
del profesor de dibujo Johann Heinrich
Pestalozzi, que era compañero de Fröbel,
y que ponían a los niños ejercicios fasci-
nantes. Les daban enunciados como “Una
noche lluviosa…” y lo tenían que resolver
con figuras geométricas. Acababan crean-
do formas absolutamente abstractas desde
enunciados figurativos.
GM: Esos juguetes fueron conformando
nuestra modernidad y su forma plástica.
JB: Eso es, y además es un momento en
el que la arquitectura está dudando en qué
estilo debe construirse, y justo empiezan a
aparecer un montón de juguetes de estilo
gótico, o románico…
GM: Después fíjate que los modernos
toman la estética de los juguetes, pero no
reflexionan sobre el juego. Y tras ellos hay
una etapa, los años 60 o 70, que coincide con
el desarrollo del posmodernismo, en donde
se acercan a los pensamientos utópicos y
transforman los juguetes en modelos arqui-
tectónicos. Por ejemplo, surgen figuras como
Denise Scott Brown que han entendido las
diversidades del juego, y no solo del juguete.
Yo puedo convertir un papelito en un juguete,
de hecho, hoy en día tenemos una cantidad
enorme de juguetes en los bolsillos.
JB: Por eso creo que tiene tanta impor-
tancia el Tangram, porque es un juguete de
bolsillo. La gente no se da cuenta, pero el
Tangram entró en nuestra civilización en
el año 1818, con la llegada de un primer
ejemplar a Filadelfia, y en tan solo dos años
se extendió por Europa. Se habla mucho de
una gran tangranomanía. El propio Picasso,
cuando dice que inventó el cubismo, ins-
pirado por el arte negro… ¡y no! Apreció
el arte negro porque seguro que jugaba en
las cafeterías con un Tangram, y entonces
estaba preparado para apreciar ese arte.
«Puedo convertir un papelito
en un juguete, de hecho, hoy
tenemos una cantidad enorme
de juguetes en los bolsillos»