C 2022 5
Bajo el signo de Marte
Under the Sign of Mars
La guerra de Ucrania ha marcado un año ominoso para Europa, que ha constatado su fragi-
lidad energética y dado pasos atrás en su esfuerzo por enfrentarse a la crisis climática. Tras
dos años de pandemia, el debilitamiento de las redes logísticas ha obligado a redimensionar
la globalización, y la fractura geopolítica creada por el conflicto ha reducido aún más el
comercio y la prosperidad. Como ha señalado Emmanuel Macron, «la era de la abundancia
ha terminado». Este declive, que se acentúa ahora pero comenzó con la crisis de 2008, y que
ha estado en el origen del surgimiento de movimientos populistas en el continente, afecta de
manera más dramática a buena parte de África, donde la crisis alimentaria se ha sumado a la
explosión demográfica para provocar flujos migratorios incontenibles. América ha tenido sus
propios problemas, con la inestabilidad política y económica de Latinoamérica y la profunda
división social en Estados Unidos, que todavía no se recuperan del impacto de la presidencia
de Trump, mientras en Asia China ha experimentado un menor crecimiento como consecuencia
en parte de su aislamiento para intentar infructuosamente controlar la covid-19 y la India ha
abordado su auge poblacional con políticas étnica y religiosamente divisivas.
España ha sufrido también un incremento de la fractura social y una erosión de las insti-
tuciones, con un descrédito de la política que no ha aliviado la celebración en Madrid de una
cumbre de la OTAN, un aumento de la desigualdad que se ha procurado abordar mediante la
solidaridad de una Unión Europea que a través de los fondos ha neutralizado parcialmente
la deuda, y una ruptura del pacto generacional que perjudica gravemente a los jóvenes, que
se enfrentan a un mercado laboral esclerótico, a unas estructuras educativas deterioradas y
al menosprecio del mérito y el esfuerzo. Esas viejas virtudes parecen haberse refugiado en el
territorio del deporte, donde el país ha podido celebrar con orgullo los éxitos de sus tenistas, los
22 títulos del veterano Rafael Nadal y el primer puesto en el ranking del joven Carlos Alcaraz,
y ha visto surgir con alegría el fútbol femenino, donde el Balón de Oro de Alexia Putellas la ha
convertido en una referencia de excelencia. Y pese a sus actuales tribulaciones, el país conserva
una bien tejida trama de vínculos familiares y sociales que son fuente de apoyo mutuo, y un
patrimonio urbano y paisajístico que lo hacen más habitable, por más que a todos inquiete el
despoblamiento interior que ha sido protagonista de las mejores películas del año.
En un año que vio las desapariciones de Gorbachov, Isabel II, Pelé y Benedicto XVI, nuestra
propia historia sufrió la pérdida de Jonathan Brown y John Elliott, mientras los arquitectos
lamentábamos la muerte de Ricardo Bofill o Arata Isozaki y celebrábamos el Pritzker de Francis
Kéré, el Princesa de Asturias a Shigeru Ban o el doble galardón español de Carme Pinós. Pero
más allá de premios y pérdidas, más allá de la devastación física y social de esa Ucrania que
ha monopolizado las pantallas, y más allá incluso de las guerras olvidadas de Etiopía, Yemen,
Siria, el Congo o el Sahel, este año de estíos extremos e inviernos inclementes ha estado se-
ñalado por un cúmulo de noticias científicas que abren ventanas de esperanza. Las imágenes
extraordinarias obtenidas por el telescopio espacial James Webb o la primera representación de
un agujero negro inauguran una era en la astronomía, mientras se prepara el viaje a Marte y se
ensaya el impacto en un aerolito para proteger a la humanidad de una catástrofe, y mientras
los resultados en el terreno de la inteligencia artificial, la computación cuántica o la fusión
nuclear delinean futuros inéditos. Estamos viviendo un tiempo bajo el signo del dios de la
guerra, pero no dejamos de mirar hacia arriba, hasta el planeta Marte y más allá.
The war in Ukraine has marked an ominous year for
Europe, which has felt its energy fragility and lost
ground in its effort to face the climate crisis. After
the pandemic, globalization has receded, and the
geopolitical fracture caused by the conflict has reduced
commerce and prosperity even further. As Emmanuel
Macron has pointed out, “the era of abundance is over.”
This decline has triggered populism in Europe and
provoked uncontainable migration flows from Africa, a
continent in the midst of a food crisis and a demographic
boom. America has suffered its own problems, with
the political and economic instability of Latin America
and the deep social conflict in the United States, still
recovering from the impact of Trump’s presidency, while
in Asia China has experienced a lower growth partly
as a consequence of its zero-Covid strategy, and India
has tackled its population explosion with ethnically and
religiously divisive policies.
Spain has also suffered a deepening of the social
fracture and the erosion of its institutions, with a
discrediting of politics that the NATO summit in Madrid
did not help alleviate, an increase in inequality that has
been addressed through the solidarity of the European
Union, and a gray panorama that affects the young, who
face a sclerotic job market, a deteriorated education,
and the contempt for merit. This old virtue seems to have
found shelter in the field of sports, where the country has
celebrated with pride the success of its tennis players, the
veteran Rafael Nadal and the young Carlos Alcaraz, and
has seen the rise of women’s football, where the Golden
Ball for Alexia Putellas has turned her into a symbol
of excellence. And despite current troubles, the country
preserves a well-knit fabric of family and social ties that
provide support, and an urban and natural heritage that
make it more inhabitable, even though rural depopulation
remains a major concern.
In a year that saw the disappearances of Gorbachov,
Queen Elizabeth II, Pelé, and Benedict XVI, Spain
suffered the loss of Jonathan Brown and John Elliott,
while architects mourned Ricardo Bofill or Arata Isozaki
and celebrated the Pritzker of Francis Kéré, the Princess
of Asturias Prize to Shigeru Ban or the double Spanish
award of Carme Pinós. But beyond distinctions and
disappearances, beyond the devastation of Ukraine, and
even beyond the many forgotten wars of the world, this
year has also been marked by scientific events that open
windows of hope. The images taken by the James Webb
or the first representation of a black hole inaugurate
an era for astronomy, while the journey to Mars is in
preparation and rehearsals on the impact of asteroids are
carried out to protect humankind, and while the results
in AI, quantum computing or nuclear fusion outline new
futures. We are living under the sign of the god of war,
but continue looking up, to planet Mars and beyond.
Luis Fernández-Galiano
© NASA