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como adulto he empezado a apreciarlos como
poetas. El Borges poeta me parece deslum-
brante, pese a que no muchos lo compartan.
AL: El poeta Borges es de un alcance
profundísimo. Probablemente tiene que ver
con eso que apuntas, y es que la secuencia
del poeta Borges requiere más tiempo y más
conocimiento, más experiencia y más poso
de vida que el narrador. Te tiene que pillar
con los tempos muy bien armados. Que tu
mirada sobre el mundo se haya rozado ya
muchas veces con él. Me pasa también con
artistas como Morandi, cuanto más tiempo
más entidad adquiere. Una pintura tan leve,
que incluso puede parecer monótona, luego
despliega unos matices muy delicados hasta
convertir la pincelada y la repetición en un
pensamiento rotundo. Después de ver mucho
Pollock se llega mejor a Morandi.
LFG: ¿Con qué ediciones se educó tu gene-
ración? En la mía fueron primero los morados
de Austral y luego los grises de Losada.
AL: La nuestra principalmente fue con los
de Visor, Hiperión y Pre-Textos. Esas tres han
formado parte de la educación sentimental de
varias generaciones. En mi caso, con Visor
tengo una relación especial, tanto es así que
desde que empecé la facultad con 17 años,
hasta hoy, suelo pasar una vez cada quince
días por allí. En esa librería y editorial nos
hemos nutrido muchos.
LFG: Otra de las cosas que me he dado
cuenta de que con el tiempo ha cambiado
es que nuestra generación odiaba a Lorca.
Lorca era el pintoresquismo, o en palabras
de Borges, era el andaluz oficial. Y Poeta en
Nueva York nos parecía un delirio surrealista.
En nuestra generación Machado era el gran
poeta. Juan Ramón era muy complicado, era
un personaje que queríamos amar, pero con
el que no conseguíamos conectar.
AL: ¿Odiabais a Lorca? Primera noticia. Eso
es muy esnob. Respecto a la primera parte de
Juan Ramón, la modernista, es empalagosa. Él
también renunció a ella en su madurez. Yo creo
que a Juan Ramón se le descubrió de nuevo
con la publicación de toda la obra americana
en aquel excelente volumen titulado Lírica de
una Atlántida, que publicó Galaxia Guten-
berg/Círculo de Lectores. Ahí está un Juan
Ramón exiliado, agónico en tantas ocasiones.
Esencial. Un Juan Ramón que duda, dañado,
lejos ya del enjoyamiento y la palabrería. Un
poeta de mucho conflicto. Todo buen poema
tiene un conflicto dentro. La poesía no es una
forma de huir del mundo, sino de enclavijarse
al presente. Hasta el poeta más hermético te
afianza mejor a tu tiempo. Un gran poema es
como una lavadora, suele tener toma de tierra.
LFG: A mí el que me deslumbró fue el primer
Miguel Hernández, que escribía como Góngora
sin darse cuenta. De una plasticidad y de una
armonía rítmica, arcaica sí, pero bellísima.
AL: Ese que tú dices es extraordinario, con
esa ráfaga de los grandes poetas barrocos. Un
tipo intuitivo. La poesía era su sustancia origi-
nal y su temperamento. El Miguel Hernández
más ‘paseado’ es el de batalla, porque vivió
como lo hizo y las condiciones de su biografía
lo hacen más emotivo, más comercial quizá.
Pero hay un Miguel Hernández poderosamen-
te lírico, inspirado, incluso abstracto, que es
otra forma de poesía en acción, llevado por
una intuición pura.
LFG: Por otro lado, cuando eres muy joven
lo que te interesa es la poesía amorosa, claro.
Muchas de las cosas que ya no puedo volver
a leer de Salinas o de Aleixandre tenían que
ver con ese único tema.
AL: Aquí la arquitectura y la poesía diver-
gen: el primero es un oficio de largo desarro-
llo, la segunda es una constancia de juventud.
Lo extraño, a veces, es ver a un poeta con
setenta años escribiendo con esa potencia que
demostraron algunos en la vejez: el Aleixan-
dre de los Poemas de la consumación, el Ca-
ballero Bonald de Manual de infractores, el
último Gamoneda… Si la poesía tiene su bujía
en un ‘metabolismo’ joven, los poetas viejos
van felizmente contra natura. Es fabuloso.
LFG: Bueno, el último libro de José Hierro
tiene frases que te dejan conmovido y que
no esperas de una persona de su edad y sus
circunstancias.
AL: Sin duda. Hay un soneto en ese libro al
que te refieres, Cuaderno de Nueva York, que
bajo el título ‘Vida’ comienza así:
«Después de todo, todo ha sido nada,
a pesar de que un día lo fue todo.
Después de nada, o después de todo
supe que todo no era más que nada».
«Todo buen poema tiene un
conflicto dentro. La poesía no es
una forma de huir del mundo,
sino de enclavijarse al presente.»