62 C 16
Trabajo con hombres, en el estudio hay más
hombres que mujeres, pero, afortunadamente,
las mujeres ocupan una posición cada vez más
fuerte en mi oficina, y de hecho cada vez están
más fuertes en la profesión. En cualquier caso,
lo fundamental es el diálogo: no hay que caer
nunca en la imposición.
IC: Has dicho varias cosas. La primera es la
visión de la historia oficial como masculina.
Yo lo diría de otro modo: creo que la historia
masculina es la oficial, la historia que está en
los libros, que está en los museos… Pero real-
mente durante todo este tiempo ‘oficial’ tam-
bién se comía, se desarrolló la gastronomía,
la gente cambió muchas veces su forma de
vestir, se cambiaron las costumbres sexuales,
higiénicas, se cambió la idea de la medicina...
y yo creo que en todos esos factores de la vida
privada, de la vida íntima, la mujer tuvo un
peso extraordinario. Desde la redacción de
una carta hasta cómo se concebía un hogar
para que resultara agradable, la mujer ha sido
protagonista de grandes hitos de la historia
de la humanidad a los que, sin embargo, la
historia oficial no ha prestado atención. Desde
mi punto de vista, hay una parte de la re-
valorización de los papeles de género en la
arquitectura que tiene que ver con el recono-
cimiento de esos aspectos del patrimonio de
la humanidad que aparecen como aspectos
menores en el discurso de las grandes acade-
mias o museos, pero que son muy importantes
para el progreso social. Quien iba a la guerra
era porque tenía detrás a alguien que le había
cuidado cuando era pequeño, que le había
proporcionado salud, que le había dado una
educación… En todas esas funciones la mujer
ha tenido un papel preponderante. Por eso
creo que es, quizá, otra mirada sobre el arte y
sobre la historia la que nos podría hacer ver
que tenemos una herencia femenina.
CP: Respecto a la relación de la arquitectura
con la feminidad hay ejemplos interesantes.
Una casa victoriana puede considerarse muy
femenina, en la medida en que se trata de
una construcción que resulta muy legible, por
estar llena de rastros humanos, de huellas:
identificas de inmediato el lugar donde se
leía, se fumaba, se cocinaba... Era el producto,
toda ella, de una ética del cuidado y del detalle
que seguía un discurso, que cabe vincular,
asimismo, con el universo femenino. Después,
las casas se volvieron más abstractas: con
Le Corbusier la vivienda quiso convertirse
en una máquina de habitar, pero posterior-
mente ya no fue ni siquiera ‘de habitar’, sino
simplemente una manera pragmática de re-
solver un programa borrando todo discurso.
Yo diría que el mundo ha ido entregándose
a la abstracción porque el mercado ha ido
imponiendo unas pautas cada vez más abs-
tractas y menos relacionadas con el universo
tradicional de la mujer, que es más concreto
y tiene que ver más con los cuidados.
IC: Sí, yo creo que el mercado es tal vez cul-
pable de esa deriva no sólo hacia lo abstracto,
sino también hacia lo épico: esa situación en
la que culturalmente sólo se valora la gran
posesión, la gran hazaña, el gran emblema, el
gran logro. Y se presta una atención mucho
menor al detalle, a los elementos que hacen
referencia a la vida cotidiana. Como decías,
la casa victoriana es testigo y deja huellas
por todas partes de cuáles son las actividades
cotidianas. Y eso es lo que la modernidad ha
eliminado totalmente. Yo diría que el mercado
ha sabido aprovechar esa tendencia, pero diría
también que ha existido una complicidad por
parte de la academia, la cultura y los arqui-
tectos en el sentido de que todavía seguimos
pensando a trasluz de Ornamento es delito:
seguimos negando que esos aspectos cotidia-
nos sean relevantes.
CP: A veces me pregunto por qué las ar-
quitecturas que a mí me desagradan niegan
sus lazos con las personas y las cosas: son
arquitecturas que, no por casualidad, se foto-
grafían sin gente. Por eso, siempre digo que
aspiro a una arquitectura contaminada, que
quiero fotografiar una arquitectura en verdad
viva, que evidencie cómo se mueve la gente,
cómo se siente la gente en ella. Aspiro a la
contaminación. Lo trágico es que estas arqui-
tecturas que excluyen lo humano tienen un
éxito increíble, también entre la gente de a
pie, lo cual me lleva a pensar que quizá esta
gente, en el fondo, está necesitada de esa épica
de la que hablas.
IC: Tengo la sensación de que precisamente
en esa apología de los aspectos más épicos, en
esa negación de la importancia del detalle y
de la vida cotidiana, está un poco la génesis
de la separación entre la sociedad civil y la
arquitectura como profesión. Hay un factor
coyuntural —tenemos una crisis económica,
una crisis del modelo productivo, una crisis
ecológica...— y quizá la manera en la que las
mujeres se han educado, su cultura y su forma
de actuar, es parte de la solución. No se trata de
reivindicar el amparo, sino de reivindicar una
oportunidad y una estrategia. Siempre digo
que hay un primer y un segundo feminismo
que abogan por igualar los derechos de las
«La manera en la que las
mujeres se han educado, su
cultura y su forma de actuar,
es parte de la solución»