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Y si tienes dieciocho, diecinueve o veinte
años, estudias arquitectura y vas a un sitio
como Florencia, acabas paralizado por tanta
belleza y perfección. Así que me dije: esto es
demasiado bonito; tengo que irme a un sitio
que lo sea menos. Y me fui a Milán, que era
desde luego una ciudad menos bella pero más
interesante. Desde el punto de vista social, era
la época de las ocupaciones de la universidad.
Llevé una doble vida durante al menos dos
años. Durante el día, trabajaba en el estudio
de Franco Albini, que era fantástico. Estaba
aprendiendo a ser arquitecto, dibujando. Por
la noche, me unía a las actividades políticas
de ocupación. Todas estas cosas contribuye-
ron a la construcción de una pequeña brújula,
un tesoro para toda la vida. Esta brújula del
yo tiene diferentes nombres. No tiene que ver
con la profesión que uno ejerce; tiene que ver
con la vida, con la gente, con el compromiso,
con la política en el sentido real del término.
Hay otra cuestión importante al respecto, más
difícil: el sentido de la belleza. Este no tiene
sólo que ver con la gente, sino con el color y
la luz. Si creces en el Mediterráneo, absorbes
algo de su agua. Es un mar lleno de luz, de
vibración, de voces y de perfumes. Alguien
dijo una vez que el agua hace bellas las cosas.
LFG: Cuando dices que, en último término,
tu casa no está en París, Génova o Nueva
York, sino en un barco, puedo entenderlo,
dadas tus raíces mediterráneas. Pero déja-
me ahora preguntarte por algo acerca de tu
educación: ¿aprendiste más de Albini que de
los profesores de Milán? Siempre hablas de
él con gran devoción.
RP: En realidad, fui a la Universidad para
‘ocupar’, no para estudiar, así que puedo decir
que aprendí más de Albini, aunque no sólo
por eso. Albini era un artesano de verdad, que
se complacía en hacer cosas, en comprobar,
controlar, hacer prototipos, fabricar piezas.
Fue una buena escuela. Pero, sabes, de niño
no fui muy buen estudiante, así que crecí con
la idea de que, observando a la gente, podías
aprender. Uno no debe educarse con la actitud
arrogante de pensar que sabe suficiente, sino
con la idea de que tienes que aprender porque
aún no eres lo suficientemente bueno.
LFG: Así que fuiste como una esponja du-
rante tu etapa con Albini.
RP: Albini era único. Pero en mi educación
influyó también un modo de ver las cosas y
los hechos desde una posición no romántica.
Nací poco antes de la guerra. Soy hijo de una
tormenta. Cuando la guerra terminó, tenía
ocho años; así que crecí con la sensación de
que las cosas podían mejorar. Cada día, cada
semana, cada mes, la calle estaba un poco
más limpia, mi padre podía volver a casa un
poco más relajado y la comida sobre la mesa
era mejor. Crecí con la idea de que el paso
del tiempo mejora las cosas. Es una locura,
pero esta creencia te da el optimismo que
necesitas para ser arquitecto. Crecí con esta
idea, e incluso ahora pienso que mañana será
mejor que hoy.
LFG: Todos sabemos que no puedes ser
arquitecto a menos que seas optimista.
RP: Optimista desde todos los puntos de
vista, pero especialmente si tu trabajo es hacer
«Uno no debe educarse
con la actitud
arrogante de pensar
que sabe suficiente»