32 C 09
personas en solo cuatro horas, siguiendo el ya conocido manual de
instrucciones ilustrado, y sustituyendo la omnipresente llave Allen
por un martillo, sin necesidad de más herramientas.
Desarrollado sin fines de lucro y a lo largo de los últimos cinco
años por la Fundación Ikea en colaboración con ACNUR, el refugio,
denominado Better Shelter, está compuesto por un robusto armazón
de acero revestido con paneles de polipropileno con aislamiento
térmico, a los que se añade un panel fotovoltaico en el techo capaz
de dotar al refugio de cuatro horas de luz eléctrica y carga para el
teléfono móvil a través de un puerto USB. Aspectos fundamentales
son su firme anclaje al suelo y el hecho de que las paredes sean a
prueba de desgarros y cuchilladas, una característica potencialmente
salvadora habida cuenta de que estos refugios se encuentran a me-
nudo en enclaves donde la violencia en general y la de género en
particular son frecuentes.
Pese al dramático aumento de la cantidad de personas desplazadas
en todo el mundo —ACNUR estima que actualmente hay 2,6 millones
de refugiados que llevan viviendo en campos más de cinco años, y
una parte de ellos lo lleva haciendo incluso durante una generación—,
la típica tienda de campaña no ha cambiado mucho. Frías en invierto
y sofocantes en verano, las tiendas siguen estando hechas con lona,
cuerdas y postes. Por lo general, suelen durar unos seis meses, su-
friendo goteras cuando llueve o siendo arrastradas por vientos fuertes.
Un ‘kit’ contra la precariedad
Better Shelter cuesta el doble (1.250 dólares) que la típica tienda
de campaña de emergencia, pero a cambio proporciona seguridad,
aislamiento térmico y durabilidad, y aguanta en pie al menos tres
años. Rebasado este plazo —que es el tiempo que tardan en degradarse
los paneles de plástico—, la estructura de acero puede reutilizarse y
revestirse de cualquier material local disponible, como el adobe o las
planchas de acero corrugado.
Desde que la producción comenzara en junio de 2015, más de
16.000 unidades se han instalado ya en lugares en crisis como Nepal,
donde Médicos sin Fronteras los utilizan como clínicas tras el de-
vastador terremoto. Algunos miles se han enviado a Irak, y cientos a
Yibuti para dar cobijo a los refugiados que huyen de Yemen.
«Es casi como jugar con Lego», afirma Per Heggenes, presidente de
la Fundación Ikea: «Puedes ensamblarlo de diferentes maneras para
hacer pequeñas clínicas o escuelas temporales. Una familia podría
llevársela consigo, usando el refugio como un marco alrededor del
cual podrían ir construyendo con materiales locales.»
El refugio, que ha recibido elogios en todo el mundo, pertenece ya
a la colección permanente del MoMA, pero el desarrollo del proyecto